Dracaena draco (L.) L.
AgavaceaeLas Canarias forman parte de todo un conjunto de archipiélagos, rico en especies endémicas, situados frente a un área que va desde el Cabo San Vicente portugués hasta las costas atlánticas de Marruecos, la llamada Macaronesia (que comprende los archipiélagos de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde), término de origen griego que significa Islas Afortunadas, que es como conocían los clásicos a estas islas situadas en los confines del entonces mundo conocido.
Desde antiguo, los viajeros habían llegado hasta estas islas buscando un dragón cuya sangre tenía propiedades curativas. La sangre de dragón, sin embargo, no se extraía de este animal legendario, sino de un árbol que de todos modos toma su nombre de ese ser fantástico, el drago. La confusión viene del color de la savia de este árbol, que se vuelve roja en contacto con el aire y se asemeja así a la sangre, por se pensó que se podía usar de manera medicinal para todo lo que tuviera que ver con la sangre, por ejemplo cerrar heridas, cuando no con la prolongación de la vida; así, en el Antiguo Egipto parece que fue usado para embalsamar y momificar. La propia longevidad que pueden alcanzar estos árboles, como el espectacular ejemplar de Icod de los Vinos de Tenerife, al que se le atribuyen 3.000 años de edad, puede justificar el hecho de que durante siglos la “sangre de dragón” haya sido vista como un elixir mágico que alarga la vida.
Por su potente simbología es pues el drago un árbol emblemático de las Islas Canarias, de esas Islas Afortunadas asociadas desde la Antigüedad con el Paraíso. Es interesante en este sentido que en una pintura contemporánea a la expedición de Magallanes, la tabla referida al Edén del espectacular tríptico El Jardín de las Delicias de El Bosco, aparezca formando parte de ese Paraíso, junto a Adán y Eva, la representación de un drago. A pesar de que una de las últimas investigaciones apuntan a que, en un primer momento, el pintor no incluyó el drago en la composición original, lo importante es que quien lo pintara consideró que, si existe un paraíso, en él debe estar este árbol cuya savia parece favorecer la vida eterna.